"LAS NECESIDADES DE LA GENTE Y DE LAS EMPRESAS SON LAS NUESTRAS"

EDUARDO GÁLVEZ MONTEAGUDO

Especialista en Derecho Empresarial, Financiero y Mercado de Capitales

Eduardo Gálvez Monteagudo se graduó  con 21 años de la Pontificia Universidad Católica del Perú.  A lo largo de sus más de 45 años de carrera como especialista en Derecho Empresarial, se ha destacado por su carácter imbatible y su ímpetu por estar siempre a la vanguardia del sector. Cuenta con una exitosa carrera profesional  desplegada en el Perú y diversos países alrededor del mundo (Estados Unidos, Inglaterra, Venezuela, entre otros).

A inicios de los 90, decidió abrir en Lima su propio Estudio de Abogados. A mediados de esa década era más fácil preguntarse “¿Quiénes no eran clientes en el Perú del Estudio Gálvez Monteagudo?” que preguntar por la nómina de su clientela en los rubros de recuperación judicial y extra judicial de deudas y en temas de patrocinio judicial.

 

Convirtió al Estudio en un virtual “Banco de Recuperaciones y de Procesos Judiciales”, dotándolo de una estructura de negocios y una base de datos cuando en esa época era una “herejía” que un estudio de abogados se consolidase y condujera como una empresa. Pulverizó ese anacronismo de que los estudios de abogados deben ser solo “prestadores de servicios profesionales” sin que sean responsables de la suerte de sus clientes y hasta de sus adversarios.

 

Pequeñas y grandes empresas y gente de todos los estratos sociales percibían que el estudio era un socio en sus afanes y no un simple locatario de servicios.

 

Ese cambio de paradigma no fue tarea fácil ni exenta de gran resistencia en todos los sectores. Obligaba a transformar todas las relaciones que se establecían, no solo con los propios clientes y con las propias partes que entraban en conflicto con estos, sino también con las instituciones del Estado, acostumbradas a que el abogado sea un aliado en sus formas de actuación y en los tiempos que se tomaban para sus decisiones. El Estudio eliminó esa imagen del abogado como un profesional complaciente del status y tramitador de procesos con ritos ya consagrados y jugó un rol ejecutivo, independiente, cuestionador y protagónico. En suma, un rol de avanzada.

EDUARDO GÁLVEZ MONTEAGUDO

Socio Fundador

Especialista en Derecho Empresarial, Financiero y Mercado de Capitales.

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EMPRESAS ASESORADAS

EN MI OPINIÓN CUÁL ES EL IMPACTO DEL ABOGADO EN SUS CLIENTES

ENTREVISTA

En retrospectiva, ¿qué es lo que te enorgullece de estos más de 45 años?

 

Percibo que el brío, la garra, la frescura con la que egresé de la Universidad Católica a los 21 años, se conservan palpitantes.  Mucho ayudó que trabajara varios años en el exterior, en Estados Unidos, Venezuela, Reino Unido, Colombia que pusieron en prueba mi visión profesional en otras latitudes y con mentalidades distintas.

Siempre percibí la abogacía como un negocio olímpicamente transparente, cuyo norte debe ser que todos ganen y no solo el propio cliente y en donde no se admita que nadie ‘demonice’ el sentido de este negocio profesional.

Este negocio no solo debe ser transparente, sino de reglas claras para todos, limpias para con el cliente y para con su adversario y también para el mundo exterior y en donde el abogado se pone la camiseta del cliente y compite con él, en el afán de saber quién la defiende más.

 
¿Qué te emociona de los próximos 20 años? ¿Qué cosas te inquietan  respecto al futuro de la práctica legal?

 

Me emociona que el negocio de la abogacía se transparente para toda la sociedad y para el mercado y  abandone esa sensación tan extendida de que los abogados hacen las cosas simples más complejas. El abogado debe simplificarle la vida a la gente y a las empresas, previniendo sus tropiezos y actuando con agilidad y presteza para conjurarlos. Espero que la profesión cubra las expectativas y las necesidades de la gente y las empresas en un mundo donde la tecnología cambia los escenarios con inusitada velocidad.

Para esto el abogado jamás debe renunciar a su deber de promover el cambio y no debe consentir el vivir rezagado a este.

Me inquieta que los abogados no estén a la altura de la responsabilidad  que la vida profesional nos impone y que muchas veces nos obliga a ‘luchar contra la corriente’ ‘contra todo y contra todos’, que se resignen a ser apaciguadores y seres contemplativos del estatus.

Deben ser conscientes que los tiempos ya no son una cuestión de forma, sino parte viva de las soluciones. Lo que hoy es, mañana ya no será lo mismo, por lo que el apremio de los tiempos obliga a que el abogado sea transversal en el conocimiento y sepa de finanzas, de economía, de tecnología y de política, para que sea actor en los cambios y no mudo seguidor de estos.a asunción de la responsabilidad individual de las acciones de las personas. 

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